Nace PÅPEL K Editorial

 

Papel K Editorial

 

PÅPEL K Editorial S.L.

Las lluvias del otoño han barrido finalmente los nubarrones que se cernían sobre el nacimiento de este nuevo proyecto editorial. Y como el recién nacido ya está aquí hacía falta darle un nombre y vestirlo para presentarlo en sociedad. Pues bien, les aseguro que elegir el nombre y la imagen para una editorial puede ser tan sencillo o tan complicado como uno quiera, porque siendo de algún modo accesorio –la verdadera razón de una editorial es publicar libros que gusten a sus lectores— es, a la vez, tremendamente importante. O así me lo parece a mí.

En este caso la elección del nombre ha sido fruto de un proceso bastante más largo que la elección de la estética de la editorial, aunque aparentemente debiera haber sido al revés. Desde hace mucho tiempo hubo varios nombres en la lista: por razones concretas o por su sonoridad, por su peculiaridad o por ninguna razón en especial. Sin embargo, PAPEL K se fue instalando poco a poco en mi cerebro como la opción que mejor representaba el concepto de editorial que se había ido formando a la vez en otro rincón del mismo cerebro. Parecía que nombre e idea caminaban juntos, y decidí que me gustaba. Era (es), además, un nombre fácil, corto y sonoro.

Nos gusta el papel. No hay duda. Lo llevamos en el nombre. Y los libros son un dispositivo perfecto que siempre funciona.

La editorial toma su nombre del papel kraft, un tipo de papel basto y grueso de color marrón, fabricado con pasta química, sin blanquear y sometido a una cocción breve, «muy resistente al desgarro, tracción o estallido». El nombre de este papel deriva del proceso de fabricación kraft, una palabra que en alemán y sueco significa «fuerza». Me pareció que creer en los libros y la lectura como herramientas poderosas para transformar el mundo, era una buena razón, al menos tan interesante como cualquier otra.

En PÅPEL K creemos en la fuerza de los libros y la lectura para transformar el mundo.

Página web de bienvenida.

Editorial boutique

Ya he dicho que el nombre acompañaba a un concepto en el que creo –editorial boutique—, para referirme a una editorial con un estilo y una personalidad muy marcada cuya propuesta de valor reside en tres pilares: una cuidada selección de las obras, una estética muy atractiva y una relación cercana con los lectores. Un concepto que se apoya además en la combinación de tres palabras:

Boutique (voz de origen francesa), que es una tienda de productos selectos.

Eclecticismo, que se refiere a la combinación de elementos de diversos estilos, ideas o posibilidades.

Conmover (del latín commovēre) que significa perturbar, inquietar, alterar, mover fuertemente o con eficacia a alguien o algo.

Con estos mimbres, la línea editorial estará marcada por la singularidad de cada título individual y, por tanto, por la diversidad del conjunto de las propuestas. Publicaremos obras de narrativa y ensayo de calidad literaria, con especial énfasis en historias y vidas también singulares. Obras recuperadas o de nueva factura sin reparar en coordenadas geográficas, temporales o de género: «Libros singulares. Lectores curiosos».

Isologo

Pero faltaba la imagen que, acompañando a nombre y concepto, ayudara a crear la marca de la editorial. Aquí conté con la ayuda de Mikel Escalera, ilustrador y diseñador gráfico afincado en Vitoria. Hablamos, nos cruzamos documentos y comenzamos a trabajar. Aunque partíamos de una idea distinta, concluimos en optar por un isologo, una imagen en la que texto e icono se encuentran agrupados y donde uno no funciona sin el otro: el «PÅPEL» incrustado en vertical en su cartucho y las aspas de la «K» en forma de libro abierto. Para la «Å» tomamos prestado el circulito que la corona en el alfabeto nórdico (kraft es una palabra sueca) y que se denomina ångström. En opinión de Mikel, recogía todo lo necesario:

La imagen de la editorial respira elegancia y sutileza, aunque transmite al mismo tiempo un carácter fuerte y maduro. En esa atmósfera, el isologo surge de la abstracción icónica de un libro y se presenta como una gran letra K reconocible en la distancia.

Teníamos por tanto una marca sencilla, visible y fácilmente reconocible. Pero continuamos trabajando con las texturas, transparencias, tipografía y colores; en general sobre todos los elementos que servirán para aplicar al propio diseño de los libros, la página web u otros materiales (tarjetas, catálogos, etc.) y que queríamos que formaran parte de la estética de la editorial y, por tanto, de su personalidad. Entonces Mikel mencionó la idea de incorporar un «personaje» –que no funcionara exactamente como isotipo (una marca reconocible sin el texto)–, pero que de alguna manera reforzara la personalidad de la editorial. Así fue como nos encontramos con nuestro «lector curioso», el oso con el libro en el regazo que simboliza perfectamente –así lo entendimos enseguida– la fuerza irresistible de los libros y la lectura.

En PÅPEL K buscamos lectores curiosos que lean con nosotros.

Papel K

Ahora la teoría ya la conocen ustedes. Precisamente «el papel lo aguanta todo», y si hay que dar muchas explicaciones, malo… Lo sé. Confío en que, olvidándose incluso de todo lo que han leído (si es que han llegado hasta aquí), les guste tanto el nombre como la estética de la editorial. Yo puedo decir que estoy muy satisfecho con el resultado, y aunque ya lo pensaba antes, ahora estoy absolutamente convencido de que era un paso no solo necesario sino fundamental.

Los primeros títulos de PÅPEL K verán la luz dentro de unos meses, bajo el sol de la primavera. Entonces será el momento de la verdad. Pero para llegar hasta allí nos queda primero cruzar un invierno que adivino intenso y apasionante en parecidas proporciones.

Espérennos. Buscamos lectores curiosos. Y usted (ojalá) puede ser uno de ellos.

To be continued / Continuará.

Stay tuned / Atentos a la pantalla.

 

Pequeñas editoriales: entre la independencia y la cuenta de resultados

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Donatella Iannuzzi, editora de Gallo Nero.

Mientras parece que el papeleo termina y avanzo en la constitución y definición de la editorial (espero poder revelar el nombre y la imagen la próxima semana), creo que viene al pelo recuperar algunas de las opiniones que he leído durante los últimos días en boca de los responsables de algunas pequeñas editoriales.

Editoriales o «sellos independientes» que según el Informe del comercio interior del Libro en España, editan cerca del 40% de los libros publicados en el mercado español. Aunque el adjetivo «independiente» es bastante relativo pues, como reconoce Donatella Iannuzzi, editora de Gallo Nero en un artículo firmado por @karinasainz en Voz Populi, «tenemos un criterio asociado a la calidad literaria y cierta independencia, pero en realidad no lo somos o no todo lo que quisiéramos: dependemos de nuestra cuenta de resultados, nosotros no podemos pagar adelantos por un bestseller».

A la pertinente pregunta de si un editor nace o se hace, responde Diego Moreno, responsable de Nórdicalibros, en una entrevista de @pa_dg en ABC que, desde su punto de vista, «un editor se hace pero para tener el espíritu de emprendimiento necesario hay que nacer. Mucha gente piensa que un editor solo es una persona que tiene un gran amor por los libros y un gusto claro que define su proyecto. Esto es así, claramente, pero un editor también es un empresario. Hay que conseguir unir esas dos almas para que una editorial funcione». Y añade:

Si un editor solo es un buen lector, con un gusto exquisito, posiblemente su proyecto de empresa fracase.

Con un argumento similar, y refiriéndose a un mercado donde según @karinasainz «el pez grande y el chico dan círculos en el mismo cubo de agua empozada», Donatella Iannuzzi no dice que esté de moda montar una editorial. «La gente nos ve felices y tranquilos, pero la verdad sea dicha: en un sello independiente cada libro te puede hundir. Y tienes que saber en qué mercado te mueves. Las empresas no funcionan sólo con lo que a uno le gusta».

Aún con todas las dificultades anteriores, Jacobo Siruela, editor de Atalanta, en una entrevista de Enric González en Jot Down, pone una nota de optimismo: «Las editoriales pequeñas son un fenómeno totalmente de esta década y, sobre todo, un fenómeno español. Ocurre justo lo contrario a lo que me decían en los años ochenta: que ya no había espacio para los editores independientes y que todo esto iba a desaparecer y solo iban a quedar las multinacionales…»

Se equivocaron por completo, hay muchas nuevas editoriales con propuestas interesantes.

Yo, por si acaso, tomo nota: del necesario equilibrio entre gusto y cuenta de resultados, de la anhelada felicidad y la necesaria precaución para evitar el hundimiento del Titanic pero, sobre todo, de ser capaz de realizar una propuesta editorial lo más interesante e irresistible posible para los lectores.

To be continued / Continuará.

Stay tuned / Atentos a la pantalla.

Pensar y visualizar la editorial

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Javier García (editor) y Mikel Escalera (diseñador gráfico) en su primer encuentro en El Bistró de La Central, en Madrid.

La decisión de crear una editorial no se toma –obviamente– de la noche a la mañana, y en mi caso es la consecuencia de cerca de dos años de idas y venidas hasta que parece que todo encaja e incluso las dudas (contadas por centenares) se diluyen o quedan arrinconadas por el entusiasmo. Y al final emprendes, o te lanzas o te arrojas (verbos más propios del ámbito cultural) en este caso al abismo de un negocio que no es tal sino más bien un oficio, aunque nadie te libre de destinar un capital en el proyecto. Ahí es donde residen muchas de las dudas al emprender —en lo que pones y en lo que esperas recibir—aunque como me decía Dani Osca, editor de Sajalín, al desearme suerte:

Los números no lo son todo, y para lanzarse a la piscina editorial hay que estar un poco loco y tener la ilusión de un niño.

En definitiva, una variante más sobre la figura del editor que ya explicaba Esther Tusquets de una forma bastante más contundente: «uno se mete a editor como si se metiera a cura». Es decir, cuestión de vocación, pero al parecer también de resignación, como si uno tuviera que pedir perdón por dedicarse a la ingrata, aburrida y poco rentable tarea de fabricar libros. En definitiva, cosas de niños, de locos o de curas.

Pero me he distraído del asunto principal. Si ya me he decidido a arrojarme a la piscina editorial ha sido solo después de pensar qué tipo de editorial quería y qué apariencia tendrían los libros a publicar. Lo primero puede parecer más importante y lo segundo secundario (claro, de segundo) pero para mí formaban un único asunto con dos caras. Ya escuché decir a alguien que te puedes diferenciar por contenido o por estética. O por ambas cosas, añado yo.

Respecto al tipo de editorial y la línea que seguirá, solo puedo decirles de momento que se trata de una «editorial boutique», algo que explicaré más adelante, no sean impacientes. En cuanto a la estética comparto al cien por cien la rotunda recomendación de Diego Moreno, editor de Nórdica libros: «Yo no montaría una editorial si no diera muchas vueltas al diseño editorial». Y tantas vueltas di que las horas de sueño se acortaron muchas noches, hasta que un día –y como en una aparición repentina– todas las nieblas se despejaron y surgió lo que buscaba, aunque aparentemente no supiera con exactitud qué era ni dónde estaba. «Ahora sí, por fin lo he visualizado», me dije entonces. Desaparecieron las dudas y ya tengo claro qué estética quiero para la editorial y cómo van a ser sus libros. Un objeto sobre cuya importancia reflexionaba en una entrevista Emilio Gil, pionero del diseño gráfico en España:

Un objeto creado por el hombre difícilmente superable. La expresión de lo mejor que puede conseguir el ser humano. El contenedor de todo. La capacidad de cambiar el mundo. Y como diseñador, un ejercicio y un reto que nace inédito cada vez que te enfrentas a él.

Una vez visualizado el objeto, necesitaba del trabajo de un profesional que me ayudara a convertir esa idea en una realidad, en un producto físico con un formato y características que —es uno de los principales objetivos que me he marcado—, diferencie nuestros libros de los libros de otras editoriales, llamen la atención y sean reconocidos por los lectores. Ese profesional es Mikel Escalera, un joven ilustrador y diseñador gráfico de Vitoria que, desde su estudio gráfico Okkoto, va a desarrollar el diseño gráfico, editorial y web. La primera sesión de trabajo que celebramos fue en El Bistró de La Central, en Madrid, donde con la ayuda de algunos cafés, sentamos las bases de nuestra colaboración y las líneas de trabajo a desarrollar. Como las ideas derivaron en múltiples afluentes continuamos nuestra «reunión» tomando unos vinos en el Mercado de San Miguel y un bocadillo de calamares en la Plaza Mayor, porque no solo de ideas se alimenta el hombre, y con sustancia en el estómago el cerebro trabaja mejor.

Cuando vean el resultado final ustedes juzgarán si les gusta y si hemos conseguido los objetivos que nos proponemos. No se marchen.

To be continued / Continuará.

Stay tuned / Atentos a la pantalla.

Código 5811: edición de libros

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Titular este post como Borrón y cuenta nueva me parecía muy simple. Serviría para casi cualquier cosa, en este caso incluso para indicar que el propio blog cambia de rumbo, algo que por cierto tampoco estuvo nunca muy claro. En realidad no cambia de rumbo el blog sino quien lo escribe. Y es que lo que he hecho hoy –3 de octubre de 2016– ha sido pasar por la notaría y firmar la escritura de constitución de una nueva empresa de cuyo objeto social y el capital aportado puede ahora dar fe el notario .

La sociedad tiene por objeto el desarrollo de las actividades correspondientes a los siguientes códigos y descripciones de la Clasificación Nacional de Actividades Económicas (CNAE): código 5811. Actividad principal Edición de libros.

Algo similar reza también en los estatutos de la editorial recién creada cuyo nombre y otros detalles permitirán que me reserve de momento, y de la que ahora (se me suben los colores) soy administrador único. Más paradójico resulta aún pensar que con este simple acto legal me he convertido oficialmente y de un plumazo en empresario-editor.

El otoño ha traído estas novedades. De acuerdo, sí, borrón y cuenta nueva. Pasar página (otro frase gastada) y emprender (¿seré un emprendedor, entonces?). Editar es una cosa muy seria, pero ya lo escribí aquí mismo hace algún tiempo: Yo quiero ser editor.

Editar

Del fr. éditer.

1. tr. Publicar por medio de la imprenta o por otros procedimientos una obra, periódico, folleto, mapa, etc.

2. tr. Pagar y administrar una publicación.

3. tr. Adaptar un texto a las normas de estilo de una publicación.

El paso ya está dado y aunque algún talento tengo deséenme suerte, por favor. La necesitaré.

To be continued / Continuará.

Stay tuned / Atentos a la pantalla.

Un alto en Butcher’s Crossing en espera de «Stoner»

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Il Tavolo Verde. Foto: © D.R.

Nos vimos hace ya algún tiempo (ella un té, yo un café) en Il Tavolo Verde, un refugio muy cerca de la Puerta de Alcalá, en Madrid, donde al entrar uno se traslada a otro mundo y cambia fácilmente de humor. Astrid vive en Berlín, pero siempre tiene un pie puesto en Barcelona, donde nació. Cuando su trabajo la lleva a Madrid, al terminar su jornada y antes de partir de nuevo en el AVE hacia la Ciudad Condal, nos vemos para ponernos al día de nuestros proyectos, los que salen y los que no. Pero también para hablar de libros y lecturas, de lo que yo escribo en este cuaderno digital (ella escribe un blog sobre gestión y diversidad cultural). Astrid me pregunta qué leo o qué he leído (recuerdo que le hablé de «Un hombre enamorado», de Karl Ove Knausgård) porque en cuestión de libros y también de otras cosas, dice, «tenemos gustos parecidos». Esta vez fue ella quien me reveló su último descubrimiento: «Stoner», la novela de John Williams que estaba leyendo en ese momento –en inglés– me dijo, para no perder ningún matiz del lenguaje. Me habló del libro con verdadera emoción, como de algo fuera de lo común y un valor incalculable.

Ustedes ya conocerían a John Williams y su Stoner, pero yo entonces no había oído hablar de él –mi ignorancia es amplia en muchos sentidos–, un escritor estadounidense que murió en 1994 a los 72 años de edad.  Ahora sé que es su novela más aclamada, aunque permaneciera prácticamente desconocida durante décadas después de publicarse en 1965: una obra maestra ignorada, como la calificó Enrique Vilá-Matas hace algunos años. Si él se sorprendió entonces, también entiendo la sorpresa más reciente de Astrid.

Prometí a Astrid leer Stoner, pero todavía no he cumplido mi palabra. Fui a mi librería virtual por suscripción (Nubico) pero allí no estaba. Me encontré sin embargo con otra de sus novelas, «Butcher’s Crossing», escrita en 1960. Y me dije ¿por qué no?  Reconozco que siento una especial predilección por aquellos textos que de alguna forma han quedado ensombrecidos por el brillo que la fama ha otorgado a alguno de sus hermanos, una cierta pena que me mueve a leerlos y, de alguna manera, volverles a dotar del sentido para el que fueron creados. Y eso fue lo que hice con Butcher’s Crossing:

Butcher's CrossingCorren los años setenta del siglo XIX y el joven Will Andrews, recién graduado en la universidad de Harvard, decide dejar todo lo que una gran ciudad puede ofrecerle y emprender un viaje hacia el Oeste, donde espera encontrar un lazo de unión con la naturaleza. Ya de camino, Will recala en un pequeño pueblo de Kansas llamado Butcher’s Crossing, donde la única diversión es tomar copas con hombres que parecen haber perdido ya muchas batallas y acariciar mujeres cansadas de tanto traficar con el placer.

Un pueblo polvoriento, las rodaduras de un carromato en el camino, las praderas de bisontes, el cruce del río, la nieve y el frío de las montañas, tipos duros en el bar… Nunca hubiera creído que una «novela del Oeste» me cautivara en la forma en que lo hizo Butcher’s Crossing. Precisamente porque no es solo una típica novela de vaqueros. Toda una sorpresa, todo un descubrimiento.

Querida Astrid,

Hace algunos meses que me hablaste de Stoner. Fui a buscarlo pero hice un alto en el camino para visitar Butcher’s Crossing, ya sabes, un pequeño pueblo perdido de Kansas. Stoner sigue en mi horizonte, como un destino que, aunque lejano, uno sabe que algún día llegará porque en realidad nos está esperando. Dame tiempo y, si vuelves por Madrid, hablaremos de las novelas de John Williams y de nuestros últimos proyectos.

 

La propaganda de un libro

 

Christy Turlington

Christy Turlington. Instagram: @cturlington

[…] Lo trivial ha anegado la vida literaria contemporánea hasta cobrar, a lo que parece, más importancia que los libros. La propaganda de un libro es más importante que el libro en sí; tal como la foto del autor en la solapa es más importante que el contenido, y la apariencia del autor en los diarios de gran tirada y en la televisión es más importante que lo que el autor haya escrito realmente.
[…]
El mercado literario exige de las personas que se adapten a las normas de la producción. Por lo general, no tolera a los artistas desobedientes, así como no tolera la experimentación, las subversiones artísticas, o a los partidarios de las estrategias extrañas en un texto literario. Recompensa a los diligentes, a quienes respetan las normas literarias. El mercado literario no tolera la idea anticuada de una obra de arte como algo único, irrepetible, como un acto artístico hondamente individual. En la industria literaria, los escritores son obreros sumisos, un mero eslabón más en la cadena de producción.
[…]
Cuando a Robert Mitchum le preguntaron qué pensaba de sí mismo como estrella de cine, su respuesta fue: «Nada. Sobre todo cuando pienso en que Rin Tin Tin también es una estrella». Si hoy se me ocurriera preguntar a un escritor qué piensa de sí mismo como escritor, la respuesta podría ser: «Nada. Sobre todo cuando pienso que si Rin Tin Tin siguiera vivo, sus memorias se convertirían en un superventas.»

Gracias por no leer (fragmento)
Dubravka Ugresic

Un libro y un smartphone

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Sí, nada más: un libro y un smartphone. Los dos objetos imprescindibles para lanzarte a la calle y recorrer el mundo. El primero, el libro, para ocupar los espacios que deja la actividad loca de una sociedad que avanza a la carrera, sobre todo en las grandes ciudades. Un objeto que te acompaña y te aísla al mismo tiempo para volver a reencontrarte contigo mismo. Para dejarte seducir por otras historias y otras vidas que nunca vivirás salvo en sus páginas. Sentado en un café, a la sombra de un castaño en el parque o entre las sábanas antes de dormir.

El otro, el teléfono inteligente, sirve —como una versión moderna de la clásica navaja suiza— para hacer todo lo demás. Reservar un restaurante, guiar tu coche hasta él, despertarte por la mañana, hacer una foto, ver un vídeo, escuchar la radio, reconocer una canción, desplegar el mapa de las constelaciones, reservar un vuelo, enviar y recibir mensajes, consultar el tiempo, hacerte un selfie en la Muralla China, estar informado, alumbrar en la oscuridad, gestionar tu agenda y tu cuenta bancaria, pagar en los comercios y, además de hablar —por supuesto—, compartir tu vida con familia, amigos y desconocidos.

Sí, con un libro y un smartphone eres imbatible.

Espera un momento, ya sé lo que estás pensando (¡qué antiguo!). Parece mentira que no me haya dado cuenta: claro, el libro también lo puedes llevar «dentro» del teléfono, y con él puedes leer igual en una café, en el parque o en la cama.

—Es verdad— te respondo. Pero también te digo que no es lo mismo llevar la foto de tu novia en el teléfono que estar con ella en un café, en el parque o en la cama, mirándola a los ojos y viendo su sonrisa.

Y termino con una pregunta: si tuvieras que elegir, ¿qué llevarías contigo a una isla desierta, un libro o un smartphone?

P.D.- Que nadie se me enfade: donde dice «novia» puede leerse también «novio».

UN PERRO, de Alejandro Palomas

UN PERRO, novela de Alejandro Palomas from La Palabra Infinita on Vimeo.

[Disculpad la calidad del audio. Mejorará en próximas ediciones].

 

Un perro_Alejandro Palomas_2

Un perro no es solo el retrato del fascinante vínculo entre un hombre y su perro, sino también un remolino de emociones en el que confluyen una mirada tierna y cruda al universo familiar y un homenaje al amor en todas sus manifestaciones.[Ediciones Destino]

Siempre nos quedarán los libros

Arenas movedizas_Henning Mankell

El año llega a su fin y también las lecturas que lo han jalonado, como si fueran puntos kilométricos marcados con letras y palabras. En este cuaderno digital han quedado registradas algunas de esas lecturas, aunque no todas. Libros que me han acompañado en diferentes momentos y lugares a lo largo de 2015. El último de ellos me lo ha regalado mi amigo invisible, que sabía que, en mi caso, con un libro siempre es fácil acertar. Ese libro ha sido «Arenas movedizas», de Henning Mankell (Estocolmo, 1948). Comencé leyendo pensando que se trataba de la última de sus novelas policiacas protagonizada por el inspector Kurt Wallander. Pero mi sorpresa fue enorme. En vez de la intriga de un caso por resolver, me encontré con las ideas y memorias de un hombre, el propio Mankell, al que le diagnostican un cáncer.

Cuando supe que tenía cáncer, ese miedo volvió. Me afectó igual que la primera vez, ahora lo comprendo. La sensación que experimenté fue precisamente esa, el pavor que me causaban las arenas movedizas. Me resistía a que tiraran de mí y me tragaran.

El cáncer es el detonante y el hilo conductor de su escritura, pero en absoluto es un libro depresivo centrado en la enfermedad. Al contrario, sirve para que Mankell se desnude de forma pudorosa y nos ofrezca los apuntes, muchos de ellos cargados de positividad, de una vida tan interesante como poco convencional.

Entre todas las cosas que disfruté, dejo aquí dos de los subrayados que hice, que se refieren a su idea sobre la escritura y los libros, y que me parecieron maravillosos.

Escribir, me dije, era iluminar con la linterna los rincones en penumbra y, en la medida de mis posibilidades, desvelar lo que otros trataban de esconder.

Dice Mankell que cuando al cabo de varias semanas logró salir arrastrándose de las arenas movedizas, empezó a ofrecer resistencia al golpe mortal que significaba el diagnóstico del cáncer. Y para él era obvio cuál sería la mejor herramienta para ello: los libros.

Coger un libro y perderme en el texto en los momentos difíciles ha sido siempre mi modo de buscar alivio, consuelo o, al menos, un respiro. Cuando los asuntos amorosos se torcían, echaba mano de un libro. Como consuelo después de un fracaso en el trabajo teatral o con textos con cuyo final se me resistía, siempre he tenido los libros. Como linimento, pero más aún como instrumentos para desviar los pensamientos hacia otro lugar. Para hacer acopio de fuerzas.

Me pareció un magnífico colofón a este año que se va. Siempre nos queda la esperanza. Y los libros.

P.D.- El autor de este blog les desea, por supuesto, un año nuevo muy feliz y lleno de buenas lecturas.

 

Nada se opone a la noche

Nada se opone a la noche

El 13 de noviembre se celebró en España, por quinto año consecutivo y bajo el lema «Leer es viajar», el Día de las Librerías que impulsa la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL). En 2014 el reclamo fue aún más incisivo: «¿Cómo va a sobrevivir la ignorancia si está rodeada de libros?». En cualquier caso, razones -además de un descuento del 5%- para acercarse a la librería, comprar un libro y cumplir dos objetivos: el fomento de la lectura y proteger un negocio en vías de extinción. Por cierto que respecto a las iniciativas para el fomento de la lectura, resulta muy ilustrativo lo que decía recientemente Fernando Savater (San Sebastián, 1947) en una entrevista en The Cult:

Las pasiones no se pueden enseñar. El verbo leer no soporta el imperativo. No se puede decir a nadie “Lee”, porque eso es contraproducente. Las pasiones se contagian. La pasión de la lectura también se contagia.

Pero me he desviado del tema, no era de esto de lo que quería hablar. Solo era un preámbulo para contar que con las ganas de aportar mi granito de arena fui ese día a mi librería de referencia –Librería Benedetti– a comprar mi ejemplar, casi como si se tratara de apadrinar a un pobre animal abandonado. No tenía claro el título que quería; por eso tiré de teléfono móvil (smartphone), abrí la aplicación de Notas/Libros y repasé la lista de deseos que de vez en cuando anoto para no fiarlo todo a la memoria. Y allí estaba un libro publicado hace ya algunos años pero que, paciente, esperaba su momento. Lo busqué y se lo mostré a Óscar, mi librero de referencia. Sonrió y dijo: «Muy bueno». Lo hubiera comprado de igual forma pero su afirmación fue confirmación para mí y la garantía de que me llevaba una buena pieza: «Nada se opone a la noche» (Anagrama, 2012), de la escritora francesa Delphine de Vigan (1966). Una novela que como dijo Marcos Ordoñez en su blog en El País, «ha sido un éxito de público y de crítica porque tiene corazón y tiene tono, mirada». Y añade:

El equilibrio de este libro es portentoso. Y el talento narrativo de su autora, y su honestidad: un verdadero triunfo del tono. Debería enseñarse en los talleres de escritura. Serviría de modelo e inspiración para quienes intentan abordar dolorosas historias familiares sin autocompasión, sin delectación mórbida, y convertirlas en relato, en gran relato.

Por eso me recordó tanto a «También esto pasará», de Milena Busquets. Al igual que la novela de la hija de Esther Tusquets, Delphine de Vigan «convierte una historia durísima en un relato al que apetece volver cada día». Pero yo me quedo con esta última, no tengo ninguna duda, y con su ejercicio de autenticidad. La propia de Vigan lo explica en la novela:

Incapaz de alejarme por completo de la realidad, produzco una ficción involuntaria, busco el ángulo que me permita acercarme más, más cerca, cada vez más cerca, busco un espacio que no sea ni la verdad ni la fábula, sino los dos a la vez.

Lo confieso: también compré el libro porque me sedujo la fotografía de la cubierta. Es en realidad la fotografía de una bellísima mujer, Lucile, la madre de la escritora, que murió a los sesenta y un años. Y así es cómo la describe en las últimas páginas:

Lucile aparece de perfil, lleva un jersey de cuello vuelto negro, sostiene un cigarrillo en la mano izquierda, parece mirar a algo o a alguien, pero probablemente no mira nada, su sonrisa es de una oscura dulzura.

Terminé de leer la novela el 26 de noviembre, otro día emblemático, el Día de Acción de Gracias. Después de vivir varios años en Nueva York, en casa nos gusta celebrar esta tradición americana cocinando un gran pavo. Esa misma noche terminé de leer Nada se opone a la noche. Di las gracias por el pavo y por la novela. Literatura en estado puro.

 

Para saber más:

De Vigan descubre sus fantasmas familiares, en LA VANGUARDIA.

Todo sobre mi madre, en PÁGINA 12 (Radar Libros).

Lisboa y la vida

Libro-de-crónicas

Portugal y España, que comparten 1214 kilómetros de frontera (conocida de forma coloquial como La Raya, o A Raia en portugués), fueron una vez parte de la monarquía hispánica en aquel imperio en el que no se ponía el sol. En la actualidad, cuando ambos países forman parte de la Unión Europea y comparten la misma moneda (adiós a escudos y pesetas), y dos de los más famosos futbolistas del mundo juegan cada uno en campo contrario (sí, Cristiano Ronaldo en el Real Madrid e Iker Casillas en el Oporto), el sueño de unir Madrid y Lisboa con un tren de alta velocidad sigue siendo eso, solo un sueño. Quizá una señal de que somos dos vecinos bien avenidos pero que prefieren seguir viviendo de espaldas.

Por eso creo que a pesar de que a los españoles nos gusten sus vinos, sus playas, sus ciudades o sus fados, la conexión entre ambos países –como la del AVE– no es todavía plena. Me refiero a una conexión emocional sin complejos, que descarte recelos y prejuicios en los dos lados.

Algo así intuía ya Fernando Pessoa (Lisboa, 1888-1935) –que por cierto solo viajó a España una vez para visitar las Islas Canarias–, cuando hacía referencia al mito de Iberia:

Se diría que los dos países se han dado cuenta por fin del hecho aparentemente evidente de que una frontera, si separa, también une, y que si dos naciones vecinas son dos por ser dos, pueden moralmente ser casi una por ser vecinas.

Para activar al menos esa conexión emocional valdría al menos algo tan simple como leernos los unos a los otros. Una buena forma de hacerlo, seguro que hay muchas más, es empezar por el «Libro de crónicas» de António Lobo Antunes (Lisboa, 1942), el escritor que afirma que sus libros «nacen de la basura».

Crecí en los suburbios de Lisboa, en Benfica, por aquel entonces pequeñas quintas, travesías, casas bajas, oyendo a las madres que llamaban a la hora del crepúsculo.

Este ha sido mi bautizo lector con Lobo Antunes antes de sumergirme en alguna de sus novelas (creo que empezaré por la primera, Memoria de elefante, publicada en 1979). El libro, que recoge los artículos publicados por el escritor desde 1993, y durante cinco años, para el diario O Publico portugués, está constituido por piezas de no más de dos o tres páginas, como teselas de un bello mosaico que cobran mayor belleza en su conjunto. Leer sus crónicas es ver pasar Lisboa y la vida a través de los ojos de un auténtico orfebre de la escritura.

Nunca me di cuenta de cuando se deja de ser pequeño para convertirse en mayor. Probablemente cuando la pariente rubia comienza a ser mencionada, en portugués, como la desvergonzada de Luísa. Probablemente cuando sustituimos los paraguas de chocolate por bistecs bárbaros. Probablemente cuando nos empieza a gustar ducharnos. Probablemente cuando nos ponemos tristes. Pero no estoy seguro: no sé si soy mayor.

En espera del AVE, la literatura también sirve para tender puentes, invisibles pero sólidos y muy duraderos.

Lectores reos de la actualidad

Alabanza_Alberto Olmos

Termino de leer Alabanza (Literatura Random House, 2014) de Alberto Olmos (Segovia, 1975), una interesante novela sobre literatura, que en el año 2019 ya se da por desaparecida. Sebastian Bel, seudónimo del protagonista y alter ego del autor, es un escritor literario que se traiciona a sí mismo escribiendo un best seller (El misterio del mapa o El mapa del misterio, nunca lo recuerda) que se convierte en un tremendo éxito editorial, pero que recibe el engolado y venenoso desprecio del crítico de turno:

«Los que aún confiamos en la condición artística de la palabra escrita, en su valor como conocimiento y legado, no podemos callar ante un atentado contra la dignidad creadora como ha sido la aparición de El mapa del misterio, no podemos no señalar con el dedo a su autor y perderle literal y literariamente todo respeto, ni podemos amilanarnos ante la pequeña vileza que se nos adjudicará si afirmamos que Sebastian Bel es ya un autor al que no hay que tener en cuenta».

Sebastian Bel se retira con su novia a un pueblo casi abandonado y sin conexión a internet, para recobrar la inspiración y la cordura literaria y escribir Las amadas, una colección de relatos sobre las mujeres que han jalonado su biografía (incluidos los escarceos sexuales) antes de conocer a Claudia.

En un momento de la novela, recordando su paso por la universidad durante la década de los noventa, el autor relata cómo Sebastian privilegiaba lo nuevo frente a lo consabido:

«Reo de actualidad, sus querencias lectoras reiteraban su deseo de participar en la conversación del presente. Prefería leer la novela de la que todos estaban hablando que la novela de la que todos seguirían hablando dentro de dos siglos. Si la cultura era un tren al que uno se subía, resultaba que muchas estaciones importantes ya habían quedado atrás cuando se iniciaba el propio viaje; pero qué desgana le daba preocuparse por esas estaciones ya pasadas cuando se sentía en marcha, anhelando la llegada de lo próximo».

¿Se puede expresar mejor el vano deslumbramiento que muchas veces provoca en los lectores esa querencia irrefrenable por la última novedad publicada?

Para gustos, los colores. Como siempre digo, lo importante es leer. A los muertos, a los vivos o a los que acaban de nacer al superpoblado mercado editorial.

Sin embargo, Alberto Olmos y/o su protagonista no se resiste a la esperanza y cree que no todo está perdido:

Y pensó también que quizá la literatura no había muerto, no había sido destruida, sino que sólo estaba replegada, acogida en el regazo de un lector único para un escritor único, que tenía algo importante que decirle.

Para saber algo más:

♦  Entrevista con Alberto Olmos en ABC: Mi jefa de prensa me ha dicho que no diga burradas.

♦  Reseña de Alabanza en el blog La medicina de Tongoy.