Un cadáver en «La playa de los ahogados»

Y llegó el momento de volver a leer a Domingo Villar (Vigo, 1971). Ha sido  doce lecturas después de Ojos de agua, su primera novela (recomendación de otra gallega, @Nuria00) que me dejó un sabor de boca inmejorable. Entre aquella y ésta, «La playa de los ahogados» (Siruela, 2009), han mediado por lo tanto diversos autores y estilos pero también cierta impaciencia por volver a disfrutar de la novela policiaca de Villar y por poder comentar la jugada con Ana y con mi hijo Ignacio que ya la leyeron. Y doy fe de que la espera mereció la pena.
 
En cualquier relato, en cualquier novela, sea cual sea su género, el espacio donde transcurre la acción es tan importante en ocasiones como el perfil de sus personajes o el punto de vista del autor. En el caso de las dos novelas que hasta ahora ha publicado Domingo Villar, ese espacio se llama Galicia, no sólo en el sentido de representar una geografía concreta sino también una idiosincrasia (espero que no suene demasiado cursi) que lo convierten también en protagonista fundamental de la narración.

Como en la inmensa mayoría de las historias policiacas, en La playa de los ahogados también hay un muerto, esta vez un pescador, cuyo caso investigan el inspector de la comisaría de Vigo, Leo Caldas, y su ayudante, el aragonés Rafael Estévez. Ellos son, al igual que el paisaje, quizá el mayor atractivo de la novela, una especie de Sherlock Holmes y doctor Watson -como tantas otras parejas célebres de investigadores- a quienes Domingo Villar ha rebajado en esta segunda entrega de sus respectivas poses de inspector taciturno y ayudante impulsivo. Aunque en este punto no puedo resistirme a ilustrar los modales del segundo:

– ¡Qué mal de ojo ni qué cojones! -voceó indignado el aragonés mientras buscaba una servilleta en una mesa vecina-. Me ha escupido en el zapato.
 

Pero no menos importante es el caso, el cadáver del marinero que aparece una mañana flotando en la orilla de la playa de Panxón con las manos atadas. Villar ha hurdido una trama que gana en complejidad respecto a Ojos de agua y, por lo tanto, en emoción. Los capítulos, cortos, avanzan de forma lineal tanto en la investigación como en las historias paralelas que se bifurcan para complementar la principal. El resultado es una novela más trabajada, más completa y más redonda que se lee con verdadero interés. Si he de poner un único pero es la insistencia de Villar por empezar todos los capítulos con la definición que da el diccionario de una palabra contenida en el mismo: un sustantivo, un verbo o un adjetivo. En su primera novela resultó un recurso original; en ésta, un recurso forzado y algo cansino.

En cualquier caso, si no habéis leído las dos novelas de Domingo Villar todavía estáis a tiempo de poneros al día, y la playa y el verano son dos circunstancias -espacial y temporal- muy propicias para hacerlo. Nosotros, en casa, ya esperamos el tercer caso del «mítico Leo Caldas», como nos referimos con cariño al inspector gallego.

P.D.- Quizá se trate del desenlace del reciente robo del Códice Calixtino, aunque es poco probable pues no corresponde a su jurisdicción, Vigo, sino a la de Santiago de Compostela, ni tampoco hay cadáver de por medio. Veremos.

7 pensamientos en “Un cadáver en «La playa de los ahogados»

  1. No he leído ninguna de las dos obras de Domingo Villar, cosa a la que le voy a tener que poner remedio pronto porque me has dejado con ganas de conocer más de las andanzas de Leo Caldas. Besotes!!!

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