El placer de la lectura no admite terceros

Lectora buscando un pasaje, de Pablo Gallo (81 x 72 cm, acrílico sobre lienzo, 2009)

Siempre han existido los clubes de lectura que en diferentes formatos han reunido entorno a un libro a sus lectores, creando un espacio donde descubrir autores y obras, y compartir gustos e impresiones. Ahora, hace ya varios años, la explosión de las redes sociales y de las posibilidades de compartición y conversación que son capaces de generar -también alrededor de los libros y la literatura- han multiplicado por mil el concepto de lo que se ha llamado «lectura social». Facebook, Twitter, blogs y multitud de plataformas y aplicaciones han creado un nuevo ecosistema donde lectores que no necesariamente se conocen en persona crean pequeñas o grandes comunidades y «quedan» para leer un libro que después reseñan, comentan y recomiendan unos a otros respondiendo a una necesidad imperiosa por transcender el gozo o el poso que en ellos dejó su lectura. Como señala Alberto Manguel en un estupendo artículo  –Elogio de la lectura– publicado en Babelia en 2006 «hay lectores para quienes la experiencia compartida prolonga y profundiza el placer de la intimidad. Acabo de leer un párrafo que me encanta y, antes de cerrar el libro o pasar a otra página, quiero leérselo a otros, regalar a un amigo el nuevo placer descubierto, formar un pequeño ruedo de admiradores de ese texto. Dar un libro a otro lector es decirle: «Éste fue mi espejo; ojalá sea el tuyo»».

Un acto singular

Aunque han compartido su experiencia la lectura es un placer solitario y por lo tanto íntimo e irrepetible en sus dimensiones de espacio y tiempo. Sí, podemos quedar para ir al cine y ver la misma película en el mismo local, en el mismo momento, con el mismo calor o el mismo frío que desprende el sistema de aire acondicionado, escuchando las mismas risas del público o sus mismos gritos de susto si vemos una película de terror. Todo esas circunstancias nos hacen compartir la misma experiencia e igualar el recuerdo que tendremos de aquella cinta cinematográfica. Sin embargo, en el caso de la lectura, y a pesar de los grupos o clubes de lectura, no solemos quedar para leer un libro en la misma biblioteca, en el mismo salón o en el mismo jardín. Unos leerán de noche antes de dormir, otros lo harán en el tren camino del trabajo y otros en una butaca frente a la chimenea. El objeto de su placer será el mismo pero su goce será  íntimo, solitario y, por lo tanto, distinto. Yo me encuentro entre estos. Podré compartir mis impresiones sobre una lectura pero no me creo capaz de leer en comunidad, de quedar para leer, sobre todo porque soy un lector perezoso e irregular que se mueve por impulsos y casi siempre sin brújula. Como dice Ángel Gabilondo en La Vanguardia, y yo me veo reflejado: «Elijo leer despacio, me gusta demorarme. Me definiría como una persona que no ha leído mucho, pero a la que le gusta mucho leer. No soy un devorador de libros y llevo un cierto desorden».

Y porque me gusta leer en soledad, añado yo. «Para ciertos lectores -continúa Manguel-, el placer de la lectura es uno de intimidad. Ese espacio amoroso que un lector crea con su libro no admite otra presencia […] El placer de la lectura no admite terceros». Lo subraya todavía de una forma clara y contundente:

El placer de la lectura, que es fundamento de toda nuestra historia literaria, se muestra variado y múltiple. Quienes descubrimos que somos lectores, descubrimos que lo somos cada uno de manera individual y distinta. No hay una unánime historia de lectura sino tantas historias como lectores. Compartimos ciertos rasgos, ciertas costumbres y formalidades, pero la lectura es un acto singular. No soñamos todos de la misma manera, no hacemos el amor de la misma manera, tampoco leemos de la misma manera.

A su manera, en un artículo publicado en La Vanguardia, Pilar Rahola expresa también con mucha convicción ese  deleite solitario:

Amante apasionada de la soledad, la lectura requiere el espacio conquistado a uno mismo, y sólo triunfa allí donde triunfa nuestro propio tiempo. Pero cuando encuentra su momento, entonces reina más allá de todo placer. Libros para leer, amontonándose en los sofás de los días ganados, en las mesitas de las noches sin despertador, en las arenas de nuestros sueños con playa.

Que la lectura es un placer íntimo lo sabe muy bien Paul Auster, para quien la novela «constituye el único lugar del mundo donde dos extraños pueden encontrarse en condiciones de absoluta intimidad», pues en ese caso se trata de una colaboración a partes iguales entre escritor y lector.

P.D.- Quien aún crea que leer no es un placer estará haciendo su vida un poco más aburrida o disfrutará un poquito menos. Sin duda.

9 pensamientos en “El placer de la lectura no admite terceros

  1. Siempre siento esa extraña sensación aislacionista cuando leo un libro, generalmente mi trabajo me permite tomarme algún tiempo considerable para ponerme a leer y disfrutar una buena historia, sin embargo me molesta demasiado que alguien venga a platicar conmigo porque el esta aburrido y me ve leyendo (como si esto significara lo mismo), los ruidos normales del trabajo me desesperan y llegan a poner tan de malas, que dejo la lectura y termino perdiendo el tiempo en internet.

    Sin embargo para intentar aprovechar esto, tal cual mencionas al inicio, decidí crear una red, un grupo de lectura (al cual siempre quise pertenecer desde pequeño) virtual, la mejor manera que se me ocurrió fue wordpress, es decir, hacer un blog donde comente lo que estoy leyendo, ese extracto del libro que me intereso y quizás pueda gustar a alguien más, y al final, una buena critica al libro para intentar motivar la lectura en más personas. Si tomamos en cuanta que soy Mexicano y el promedio de lectura en mi país es menor a un libro al año por persona, pues cualquier intento por pequeño que sea (como el mio) debe de ser valido. Al menos eso intento.

    Genial entrada.

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    • Muchas gracias Igdian. Es verdad que en este mundo tan ruidoso a veces es difícil poder refugiarse en un buen libro, pero quizá por eso mismo se vuelve más placentero todavía el hecho de leer. Y estoy de acuerdo, compartir lo que uno lee -por ejemplo en un blog- es una buena idea, porque puede ser la semilla para que otros lo hagan, aunque ser un Quijote en estos tiempos para promover algo «tan aburrido» como la lectura tiene mucho mérito. Por cierto, ¿dónde puedo ver tu blog?
      Un saludo para ti y para México desde España.

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  2. Justo me acaba de pasar lo que comentas. Estar cerca de la calle, donde el ruido del trafico y el movimiento de personas me causa enfado y dolores de cabeza al por mayor, sin embargo, engancharme en la lectura (Hesse en este caso) me da un poco de libertad y tranquilidad.

    Es una misión un poco «quijotesca» sin embargo creo que el más mínimo resultado es un gran logro para un país como el mio. «Estrategias» como cargar el libro en curso a donde sea que valla, me a dado buenos resultados, preguntas respecto al libro, sugerencias sobre nuevos libros y al final ver a esa persona con una copia de mi libro o cualquier otro, es un de mis grandes satisfacciones.
    Ahora decidí cambiar un poco el campo de batalla, a un lugar donde puedo tener un poco mas de difusión y es más atractivo para las nuevas generaciones. Mi blog al parecer ya lo conoces, pero de todas formas te lo dejo por este medio http://www.contraelpromediomexicano.wordpress.com

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  3. Es la primera vez que paso por aquí pero me alegro mucho de haberlo hecho. Quería felicitarte por la entrada, especialmente por recoger el pensamiento final y la cita de Paul Auster pues se me ha antojado muy acertada. Me parece que concebir la lectura como un acto de intimidad compartida es valorar como se merece el trabajo del escritor que seguramente ha dedicado mucho tiempo a detalles aparentemente nimios que después adquieren más peso del previsto y pueden sorprender a un desconocido a kilómetros de distancia. Una buena medida de esa intimidad compartida es el grado de abstracción que en el ambiente ruidoso de un autobús urbano, el banco de un pasillo de Facultad o una cola administrativa se puede conseguir con una lectura adecuada. Muchas gracias por la entrada.

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    • Sí, me encanta esa cita de Paul Auster que él mismo pronunció en su discurso al recoger el Premio Príncipe de Asturias de las Letras hace algunos años. Y me gustan mucho los ejemplos que utilizas para medir el nivel de intimidad que puede guardar un autor con sus lectores. Aún en ese barullo puede uno admirar el esforzado trabajo del escritor.
      Muchas gracias a ti por pasarte por La Palabra Infinita. Un saludo.

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  4. Me encanta compartir sobre mis impresiones acerca de libros, pero el placer de descubrirlo y de leerlo es solo mío. Propio de cada persona, un tesoro a guardar, un refugio. Un lugar donde experimentar sensaciones que después se escapan irremediablemente. Por eso volvemos

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  5. Pingback: Leer para vivir (ya lo dijo Flaubert) | La Palabra Infinita

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